martes, 26 de agosto de 2014

El hombre de siempre


Este año la editorial Hueders publicó mi libro "El hombre de siempre: Shakespeare en el cine de Woody Allen". Aquí pueden acceder a un del adelanto del libro, así como a la cobertura de prensa con notas y entrevistas que han salido hasta el momento.


http://www.hueders.cl/media/files/Adelanto%20el%20hombre%20de%20siempre.pdf

Instituto Chileno Británico de Cultura. 2014.

Las últimas noticias. 2014.

El mercurio de Valparaíso. 2014

Revista Zancada. 2014.

Revista Caras. 2014.

Revista Terminal. 2014

Shakespeare en Chile. 2014


viernes, 28 de marzo de 2014

Entre dos cervezas y unos poetas

(Publicado en El ciudadano)



El otro día fui a escuchar a un gran amigo leer sus poemas en el Seminario de nueva poesía chilena. Eran poetas y era Bellavista, así que por supuesto el paso siguiente fue ir a tomarse unas cervezas. Algunos se fueron rápido, me quedé con cuatro hombres, uno de esos había leído recién un texto que me conmovió, se lo pedí incluso, para leerlo siempre. Los demás eran mi amigo, otro poeta y por algunos momentos un estudiante en derecho de esos que más bien son literatos. No soy poeta y tampoco es mi especialidad, me gusta mucho leerla pero mi opinión es desautorizada. Sin embargo esa tarde creí sacar no conclusiones mas sí algunos pensamientos sobre el tema que nos convocaba. La nueva poesía chilena. 
Comenzamos a hablar de literatura y algunas personas que viven en ella. Parecían tener opiniones absolutas sobre cada cosa en el mundo. Me causó admiración esa intrepidez, el riesgo de lanzar verdades sin temor a equivocarse. Uno de ellos,  inteligente y con un fundamentalismo férreo, decía tener un canon en la literatura, y el estudiante de derecho se rió recordando a Harold Bloom. Mencionaba buenos poetas y los echaba a la basura porque al compararlos con los más grandes, en eso se convertían. Los grandes, por otro lado, eran para él algo muy preciso. Lihn y Bertoni aparecían en su lista. No estuve mucho de acuerdo.
Lo mejor de la poesía chilena es que hay para todo, literalmente, las más variadas estéticas, y en cada una existe excelencia. Esos momentos donde la escritura alcanza su máximo potencial dentro del círculo que va dibujado a su alrededor. Si no leemos cada cosa por sí misma, si sólo hacemos comparaciones, no podrá verse esto. Ya estaba enfrascada, entre el placer burbujeante de la chela, la literatura y la conversación. Era demasiado tarde.
Una amiga sabia dice que a los poetas hay que leerlos, no escucharlos. Pero a mí no sé porqué me gusta la lectura en voz alta. Bolaño, otro ejemplo, dijo en una entrevista que lo matarían de vergüenza si aceptara leer algo suyo en voz alta. Yo siempre había leído mucho, no así escuchado lecturas. Pero tuve la gran suerte de estudiar literatura en este país, y leer a los poetas chilenos en Chile. Entre otras cosas fui descubriendo que –a diferencia de los narradores, ensayistas y otros escribanos- la gente que escribe poesía se junta, se lee en voz alta, se emborracha y discute luego de la emoción o el tedio de la lectura. Cosa muy sabida, por lo demás.
Les pregunté si ellos piensan que hay machismo en la poesía, dije que era una pregunta inocente al percibir un silencio. Empezamos a analizar el tema y por ahí se mencionó que a diferencia de algunos hombres las mujeres no han producido algo así como una escuela, aunque todos estuvimos de acuerdo en que Violeta y Mistral son irrepetibles y entonces, pensé, excepciones en esa teoría. No suceden cosas tan interesantes en las poetas mujeres, se comentó.
Pasamos por Elvira Hernández, a quien recién habíamos escuchado. Me impresionó  como ser humano, por su voz bajísima, sus pausas eternas al hablar y a pesar del cuerpo de pajarito una presencia sólida. Yo quisiera tener canas y esa presencia. Hace tiempo leí La bandera de Chile, un gran libro, así que pude gozar de esa extraña y secreta complicidad de escuchar en vivo a un poeta ya leído. Algo parecido a haber soñado con alguien y estar en presencia de esa persona sin que lo sepa. Con aquel libro precisamente fue defendida por mi amigo cuando ya la estaban llevando a la hoguera.
Pregunté qué les parece Héctor, quien dirige el seminario. Aquí debo reconocer que todo esto es mi culpa, quizás cultivo alguna afición a los temas incendiarios, pues soy una admiradora de su poesía pero cuando lo menciono es casi siempre más bien por las reacciones, que me divierten mucho. En todos los casos son extremas, nada de una opinión mesurada, tal como sucede en su poesía. Reproducir estos comentarios literarios no es tan interesante como hacer hincapié en eso: el ánimo que los acompaña.
Luego llegamos a un tema interesante. ¿Para quién escribes y por qué publicas?, me preguntó uno, el que tiene un canon, como anticipando mi respuesta para reírse de ella. Escribo para mí, publico porque lo considero un trabajo y es una forma de que se valore como tal. La primera respuesta se deslizó suavemente. Incluso mi amigo recordó que Cussen alguna vez dijo lo mismo, así que me sentí tranquila.
Cuando pensé que de mi afición al peligro había salido ilesa, sucedió lo inevitable. Puta que son prácticas las mujeres, dijo el del canon. Yo tenía una cerveza encima y no soy muy tolerante al alcohol, me comenzaba a percibir impertinente y demasiado habladora, pero no supe si sentirme agredida. Aun sigo sin saberlo. Incluso ahora creo que hay algo verdad en eso, para bien y para mal, pero como creí que me debía defender comencé a pedirles patéticamente que dejen de meternos a todas en un mismo cajón, que somos seres humanos. No les hagas caso, me recomendaba mi amigo.
Lo siguiente que recuerdo, revuelto en el tiempo por supuesto, fue que hablamos de los filósofos porque el del poema conmovedor estaba haciendo entrevistas al respecto. Recordamos con simpatía a Santos- Herceg por sus papers contra el paper y su actitud siempre crítica, pasamos por supuesto por encima de la academia, destrozándola, un ejercicio muy políticamente correcto donde siempre se puede gozar de unanimidad. Aplaudimos la editorial de la UDP, e hicimos notar cómo su director es inubicable. Nos recomendamos libros mutuamente, hablamos de Guido que es amigo de todos, y de Zurita que ha sido vilipendiado sin cesar por su poema al ex presidente, olvidando que también es un ser humano y comete errores. Tenían por supuesto muchas historias del pasado, y chistes internos que yo no entendía, pero todo bien. La segunda cerveza avanzaba.
Nunca he ido a la casa de Nicanor Parra como todos, dijo el del poema conmovedor. Yo sí lo hice, una vez que debimos recogerlo en su casa para la universidad. Se rieron a carcajadas. Lo atribuyeron a que soy una chica según ellos “agraciada”, cito porque yo nunca diría esa palabra.  Me quedé callada mas me pareció lamentable. De nuevo, tal vez es cierto, no es secreto que al señor le gustan las mujeres. Pero también puede ser que soy matea o que he leído a Shakespeare o que lo merecía laboralmente. Pero aquí mis respetados compañeros de chela no dieron muestra de ver más allá. Es que no has entendido porque eres muy chica, dijo uno, pero pronto descubrió que soy sólo un año menor que él. Continuaron riéndose, en camaradería, y mi amigo diciendo no les hagas caso.
Tenía ganas de quedarme, tenía ganas de tomar otra cerveza y conversar más de literatura y discutir y contradecir y estar de acuerdo. Pero por fortuna me tenía que ir. La verdad fueron amables, y aun así me fui de ahí como luego de una guerra campal, tambaleándome un poco y llena de adrenalina, riendo nerviosamente, como una loca. Marcela está en lo cierto, a los poetas hay que leerlos, sí, escucharlos es un riesgo mayor. Pero sé que volveré como mosca a la fruta, me dije, mañana mismo.






domingo, 2 de marzo de 2014

“Un lugar en dos dimensiones”, o el punto en donde todas las ideas se deshacen.

(Publicado en Artishock)



Constantemente atravesamos espacios que se cruzan y articulan de múltiples maneras. Sabemos que nuestro interés por delimitarlos, aislarlos y analizarlos individualmente es algo instaurado, un discurso al que nos hemos acostumbrado, aunque corresponda más a una mirada cercana a los paradigmas europeos de hace siglos que a nosotros mismos. Mas ¿qué sucede cuando conscientemente sembramos conceptos como heterogeneidad, multidisciplina o paralelismo a nuestro pensamiento actual? Cada vez con más fuerza se estudian así los fenómenos culturales y sobre todo en Latinoamérica. Las razones son evidentes y pueden constatarse tanto en la calle como en una muestra de arte contemporáneo.
“Un lugar en dos dimensiones” se presentó recientemente en el Museo Jumex de la Ciudad de México. Es una exposición que exige en primer lugar una mirada de las obras por sí mismas, más allá de reflexiones sobre la institución o los detalles biográficos sobre cada uno de los artistas, que por lo demás son en su mayoría personajes muy deseados por el mercado del arte contemporáneo y por lo tanto conocemos en mayor o menor medida.
Se trata de dos muestras que a su vez conforman una, conviviendo en un sólo espacio. Por un lado más de cincuenta obras de la colección Jumex, arte contemporáneo primero mexicano pero que también contiene varios representantes extranjeros. Por otro lado, y en el mismo lugar, una exposición individual de Fred Sandback (1943-2003). Se trata de siete piezas de hilos que atraviesan la sala cada tanto dentro del recorrido, muy características dentro de la imaginería del artista estadounidense que se lee como uno de los grandes representantes del minimalismo.

“Intento hacer algo que sea concreto y particular. Es justamente lo opuesto al arte abstracto, el cual es derivado, deducido o refinado desde otra cosa más. Es un punto de origen más que una conclusión”. (Fred Sandback. Manifiesto 1975)[1]

Lo primero que sucede son dos hilos azules que suben hasta el altísimo cielo de la sala y se doblan formando dos ángulos de noventa grados simultáneamente, una pieza de Sandback. Como si fueran más puertas dentro de una puerta se avanza entonces hasta un primer grupo dentro de la colección. 
Son trabajos que van de una dimensión a otra, tratando diferentes temas con las más diversas técnicas, unidos también en la dudosa hebra del corte temporal porque todos nacieron en las últimas décadas. Van dándose paso unos a otros como islas dentro de un archipiélago que a gran escala está conectado en cada parte. Basta dar una mirada panorámica a la enorme sala del museo. Las líneas de Sandback son momentos en que el espacio se corta, o se abre, agrupando así las piezas de una forma no estable. Y, al mismo tiempo, quien recorre ese lugar va haciendo líneas de sentido muy diferentes a las que propone la museografía. Por ejemplo, hay un grupo de trabajos que puede leerse desde la cualidad de la materia.

            “Los materiales no son muy interesantes ya que terminan en sí mismos.”

Esto sucede desde un bloque negro y rectangular “Shadow”, hecho de fibra de vidrio, resina y madera de John McCracken, que refleja como una sombra lo que allí sucede. Más adelante hay un cuadrado que se extiende a manera de alfombra por el suelo, hecho de una de una aleación de plomo y aluminio (Carl André). Una estructura de cobre se apoya en la pared luciéndose en toda la belleza de su material (Donald Judd). Se asemeja mucho al hombre de fibra de vidrio que apoya su frente en el brazo en el “Big lamento” de Gonzalo Lebrija, misma que podríamos considerar un opuesto a la sutileza de “Spring of Wood” (Yoshihiro Suda) donde era necesario acercarse a un rincón de la sala y agacharse para mirar la delicada pieza de madera. Amarrado a un pilar con un cinturón de cuero se ve un colchón viejo, perfecto engaño visual considerando que en verdad es concreto y metal (“Materasso”,  Tatiana Trouvé).
Teresa Margolles entraría en este grupo con su “Escombro” hecho en China, un pedazo de madera mínimo sobre una base de oro de 18 quilates dentro de una vitrina. La madera es un escombro producto de un sismo en China y el oro contiene los detalles de pérdidas en la catástrofe. Y cómo no mencionar a Jeff Koons con su clásico “Three Ball Total Equilibrium Tank (Two Spalding Shaq Attaq, One Spalding NBA Tip-Off)”, el tanque de vidrio donde se ven suspendidas en agua y cloruro de sodio tres pelotas de basketball.
En otro sentido puede incluirse aquí también la famosa cabeza de toro en formol de Damien Hirst “James the Greater (The Twelve Disciples”), o el animal de Bruce Naumann “Small Butt to Butt”, hecho con aluminio y alambre. El hecho es que se trata de obras que se sostienen en su propia materia, porque reflexionan sobre ella en diferentes niveles. Paradójicamente, pues los hilos de Sandback continúan observándolas desde una cercanía muy distante.

 “Una manera de actuar es definir un límite y moverse en torno al centro que éste implica. Estoy haciendo lo opuesto, definiendo un centro y moviéndome hacia el exterior de los límites”.

Así lo demuestra la “Mesa de billar ovalada” de Gabriel Orozco, con la que es posible jugar pegándole a la bola blanca que con hilo transparente se suspende desde el techo, a ras de la superficie verde. Esta obra queda en un lugar céntrico de la sala, con un protagonismo especial, a diferencia de la “Dinamo Secession” de Mauricio Cattelan con la que nos encontramos al iniciar el recorrido. Se trata de dos bicicletas que pueden ser pedaleadas para que se encienda una luz, bici y luz conectadas con cables que como espejos de los hilos de Sanback también suben hasta el techo. La ampolleta, sin embargo, estaba fundida y aun no había sido repuesta, por lo cual aunque sin duda fue cómica resultó una experiencia frustrada.

 “Mantener el arte lejos de ser decorativo es difícil. Usando sólo una línea, fácilmente se convierte en algo bonito o animado. El fenómeno se aísla a sí mismo demasiado fácilmente, se convierte sólo en algo para mirar”.

Así harán su entrada algunos de los trabajos que, de alguna manera, intentan atravesar lo que sucede en la primera mirada, la consciente, pasando a otros espectros de la realidad. Por ejemplo, en “La cuenta de los días” se exponen objetos que Daniel Guzmán ha ido encontrando en sus viajes y que forman parte de un universo señalado por la muestra como abrumadoramente masculino. Predomina el color negro y en él hay de todo pasando por un relieve prehispánico, hasta una imagen fotográfica donde se contrapone una reina de belleza norteña con ella misma tiempo después cuando fue arrestada por narcotráfico. El recorrido comienza y termina con una puerta donde se da algo así como una declaración existencial de principios  a modo de poema, en inglés. Finalmente la voz se pregunta si haría lo mismo teniendo otra oportunidad en la vida. 
Otra manera de pasar a un estado fuera de la conciencia es el ya clásico ejercicio performático de emborracharse hasta la amnesia. “Borracha” es un video donde Minerva Cuevas toma una botella entera de tequila mientras escribe en su cuaderno frases que podemos ir mirando intercaladamente, todas en relación a su práctica en ese instante.
Y entrando en formatos más tradicionales y no por ello menores, nos encontramos con dos lienzos completamente blancos formando un solo rectángulo que trae el eco de Malevich (“Sin título”, Fernanda Gomes). También está “Point de Gaze, Chapter 23” de R.H. Quaytman, donde se crea un efecto óptico producido por líneas que, aparentemente curvas, siguen sin embargo caminos rectos. O los lienzos de Eduardo Terrazas -que recuerdan inmediatamente sus investigaciones visuales con los huicholes- donde se va repitiendo un patrón de líneas negras hasta saturar o limpiar el plano. Cabe aquí subrayar que Terrazas, reconocido arquitecto mexicano desde hace décadas, no lo había sido al mismo nivel en sus trabajos de artes visuales hasta hace muy poco tiempo. Entre paréntesis esto es una grata sorpresa, pues demuestra que no hay nada escrito e incluso en un mundo hermético como el mercado del arte una obra puede abrirse paso aunque su creador no sea un “joven artista”.
Francis Alÿs, como siempre, logra encontrar espacios por donde circule el pensamiento de maneras nuevas, sorteando los discursos instaurados. Así sucede en dos piezas especiales y extrañas. Por un lado “Estudios para En una situación dada” es una instalación de dibujos y pinturas donde se investigan los sentidos del fenómeno del tornado pensándolo como metáfora también social. Por otro, “Hombre con peluca” son tres pinturas con una curiosa instalación. Dos de ellas, las más grandes, apoyadas entre el piso y la pared. La tercera, mucho más pequeña, a una distancia demasiado alta para el cuerpo humano.

El curador de la muestra, Patrick Charpenel, quien ahora es una de las cabezas del Museo Jumex es de formación filósofo. Normalmente este sería un detalle irrelevante, pero en este caso explica muchas cosas. Tampoco resulta fortuito que el mismo Fred Sandback, cuya exposición individual articula la muestra colectiva entregándole una profundidad que de otro modo no alcanzaría, también estudió filosofía. Esto puede verse porque aquí hay a nivel museográfico y curatorial, más que nada, formas de pensamiento. Y resultan ser bastante más conceptuales que la mayoría de los discursos estéticos o artísticos, incluyendo el arte conceptual si así lo queremos llamar.
“Esta es la tentativa absurda y contradictoria de la muestra en el Museo Jumex”, dice humildemente el texto de la exposición. Cierto, absurda y contradictoriamente se aprovecha un espacio para mostrar las obras que ha reunido la colección Jumex, considerada la más grande de arte contemporáneo en Latinoamérica, instalándolas en un mismo espacio con la exposición de Sandback, y uniéndolas con el concepto de los universos paralelos. Sin duda es una solución inteligente, que funciona, y uno puede irse de allí en el pleno estímulo que estas situaciones entregan a todos los que nos entusiasma el arte.
Con casi cuatro años un día mi hermana dijo “debes mirar más allá de lo que ves”. Y, ya que la exposición misma nos invita precisamente a eso, me es imposible pasar por alto una inquietud que me persiguió en todo momento durante la muestra, y continúa haciéndolo hasta ahora. Tiene que ver también con los universos paralelos. La Colección Jumex es ahora tremendamente poderosa en términos económicos, más aun que la empresa de jugos que la antecede. Es una dicha que el dinero en México se invierta en arte y no en tantos otros casos que como ya sabemos sólo dañan al país y a sus ciudadanos. Pero, por otro lado, el mercado del arte no es precisamente una inocente paloma.
Detrás de la mayoría de los artistas presentes en este artículo, a los que con mucha razón la crítica de arte mexicana Avelina Lesper acusa de farsantes, hay un grupo de millonarios que especulan con obras como si de edificios se tratara, no porque amen el arte sino porque aman el dinero.
Esto no desmerece el trabajo de Jumex, al contrario, deberíamos sentirnos orgullosos de la colección con todo su equipo visionario, su biblioteca y archivo exhaustivo, sus programas de becas y patrocinios al desarrollo de proyectos artísticos, curatoriales, editoriales y de investigación. No por nada han crecido y pasaron de ser un reconocido espacio en el Estado de México a extenderse hasta éste museo en Polanco que tiene una arquitectura espectacular, con espacios inmensos de primerísimo nivel, donde hasta el baño es un lugar digno de admiración. Pero eso no quita que, bien mezclado al interés por darle fuerza a las manifestaciones contemporáneas de nuestro tiempo, hay una concepción del arte como negocio multimillonario que bien refleja la situación a nivel global. Y es muy claro que el arte no es para eso. Basta recordar uno de los emblemas más manoseados dentro de la bien llamada burbuja del mercado del arte, la serigrafía de “Jackie (Smiling)” por Andy Warhol que también se expone en esta exposición y es la pieza más antigua.
Salir del museo es un choque no menor. Se ha estado en las condiciones que acabo de relatar, mirando espectaculares obras que además con los años han pasado a ser tan reconocidas que es como encontrarse con antiguos amigos, hojeando en la librería libros de arte que en otro lugar de la ciudad serían imposibles de encontrar, y se pasa a la realidad que es el D.F. Un lugar fascinante porque muta sin cesar, caótico, temible y bello a la vez, con familias viviendo en alcantarillas y mansiones descomunales. Se reproduce, una vez más, la incomodidad, y un dejo amargo en la boca impide que la experiencia reciente se mantenga en su dulzor.
“Tengo la convicción muy romántica, muy utópica de que la responsabilidad de los museos y las fundaciones de arte es social y es contribuir al cambio”, dice el curador en una entrevista. “Tenemos que operar en condiciones diferentes a las de los museos, instituciones o fundaciones de Estados Unidos o Europa y esto nos limita, pero a la vez nos abre grandes posibilidades”, continúa señalando así algo muy importante. Y esas posibilidades parecieran estar en los resquicios, las grietas, esos espacios donde una línea ligera cual hilo impone su presencia ante las instituciones paralizantes. Ese es el espacio liberador, “El punto desde donde todas las ideas se deshacen” (Sandback).


Rocío Casas Bulnes


Artistas que reúne la exposición:

Doug Aitken, Francis Alÿs, Carl Andre, Richard Artschwager, John Baldessari, Alighiero Boetti, Carol Bove, Mauricio Cattelan, Martin Creed, Abraham Cruzvillegas, Minerva Cuevas, Urs Fischer, Fischli & Weiss, Claire Fontaine / Reena Spaulings / Bernardette Corporation, Robert Gober, Fernanda Gomes, Daniel Guzmán, Damien Hirst, Roni Horn, Jasper Johns, Donald Judd, On Kawara, Mike Kelley, Ellsworth Kelly, Jeff Koons, Gabriel Kuri, Jim Lambie, Gonzalo Lebrija, Sarah Lucas, Teresa Margolles, Paul McCarthy, John McCracken, Jorge Méndez Blake, Bruce Nauman, Gabriel Orozco, Jorge Pardo, Richard Prince, R.H. Quaytman, Thomas Ruff, Robert Ryman, Rudolph Stingel, Yoshihiro Suda, Eduardo Terrazas, Rosemarie Trockel, Tatiana Trouvé, Jeff Wall, Andy Warhol

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Fred Sandback






[1] De aquí en adelante las citas intercaladas en el texto corresponden al “Statement” de Fred Sandback escrito en 1975 para el catálogo de la muestra en Kunstraum, Munich)

lunes, 14 de octubre de 2013

Cruzando fronteras

(Publicado en La Fuga)


Llega un libro a mis manos y miro en la portada la imagen del profesor en La frontera, esa película chilena donde aparece el sur en su profundidad. Por la expresión del personaje pienso que es la escena en que ve a su familia y no puede llegar a ella, está obligado a permanecer en la orilla de un lago mientras ellos tratan de hablarle, flotando en una balsa al medio del agua. El protagonista se encuentra en una de esas situaciones por las que tantos pasaron en este país siendo exiliados, perseguidos o amenazados. Historia que, por lo demás, todos los chilenos hemos heredado, de alguna u otra forma.
Desde esa película entro al título del libro: Enfoques al cine chileno en dos siglos. Estoy en el tercer “Encuentro de Investigación sobre Cine Chileno y Latinoamericano” y se acaba de imprimir este tomo que reúne las investigaciones realizadas en el encuentro anterior. Todos esos días han estado reunidos en la Cineteca Nacional del Museo Palacio de la Moneda un grupo de investigadores de diversas disciplinas presentando ponencias y abriendo discusiones sobre el tema. Este año, como puede notarse en el nombre de ambos encuentros, una ventana se abrió. De lo chileno se amplía la mirada a lo latinoamericano, intentando que una ilumine a la otra y viceversa para que se generen diálogos. Ahora miraremos hacia el primer encuentro, centrado en lo chileno, para recordar sólo algunos momentos especiales dentro de los estudios que reúne este libro a cargo de la editorial LOM.
            Es imposible pasar por alto que el problema de la memoria obsesiona a los chilenos. No solamente en las reflexiones sobre cine sino en todo quehacer artístico la palabra resuena insistente, lo cual es un hecho que la vitaliza pero también, a fuerza del uso indiscriminado, la desgasta. Sí, Chile vivió un trauma dictatorial hace poco tiempo y las heridas no han cerrado aun. Sí, esto trae como consecuencia que una y otra vez se intente blanquear la historia, se borren las huellas conflictivas y se inventen eufemismos para no utilizar términos reales que duelen. Pero esta no es una situación únicamente chilena. Toda Latinoamérica ha pasado por dictaduras tanto y más traumáticas. Sin embargo dicha palabra parece ser un espejo en el que nuestro país no deja de observarse, buscando respuestas en su propio reflejo. Esto no pasa desapercibido en el libro. “… es la memoria, preocupación o tema pendiente y no agotado para los investigadores del cine chileno”, hace notar Mónica Villarroel desde la Introducción.
            Desde la preocupación por la memoria se pueden localizar ejes. Por ejemplo, Claudia Barril en su investigación “Hacia los contornos de la experiencia. Documental autobiográfico chileno: vacíos y ausencias” lee el cine documental contemporáneo en Chile desde una segunda generación de cineastas, a la que llama generación de la “(post) memoria”. Localiza en ella una serie de relatos que se sostienen en la subjetividad, abriéndose desde el yo de forma reflexiva, distanciándose de los clásicos discursos políticamente comprometidos y de las versiones oficiales que retratan el pasado. Dentro de un tema muy revisado una y otra vez desde tantas diversas perspectivas, esta reflexión logra proponer una mirada que revitaliza un término ya recorrido.
Siguiendo con los cuestionamientos a las versiones oficiales de la historia, tarea a la que el cine ha vuelto una y otra vez porque dentro de sus territorios caben los relatos que por decisiones intencionales se han escondido bajo la alfombra, Bernardita Llanos encuentra otra memoria, instalada en los afectos y de nuevo la subjetividad, una memoria militante desde la postura feminista, donde la historia se moviliza con otras pulsiones. Es en Calle Santa Fe de Carmen Castillo donde surge un “rechazo al culto de la muerte de los héroes caídos” y aparece la imagen de la propia directora como una víctima distinta, más real y cercana pues no se la ha ataviado con ningún estandarte. Se trata de la viuda, personaje que constantemente encontramos dentro y fuera del cine porque la historia entra y sale de las imágenes audiovisuales capturando, en este caso, la mujer que ha sido dejada al margen de un relato que también es suyo. “De este modo, el cerco del trauma se rompe para dar cabida a nuevas narrativas…”
            Hay lugares que conservan cual cofre un acontecer al que la memoria vuelve, porque es una herida que no deja de sangrar. Villa Grimaldi es sólo uno de ellos. Y Milena Grass Kleiner toma en sus manos ese espacio para cruzarlo desde la intermedialidad por el teatro, la novela y el cine chilenos, preguntándose así por su capacidad de conservar muchas capas de relato y memoria, con su imaginario y devenir histórico.
            Y continuando por los caminos más recorridos en este libro, se presenta la palabra marginalidad como una zona ineludible. Ignacio Aliaga dice en el Prólogo que nuestro cine también se lee desde afuera como el relato de un pueblo al sur de los EU, tonada que por lo demás no deja de sonar en la memoria. Sea o no sea así, lo cierto es que estos investigadores entran en los personajes y las situaciones que están fuera del centro,  de la cultura oficial, de las ciudades suntuosas y las zonas privilegiadas para hablar de lo más maltratado, como si de ahí algo destruido se reconstruyera.
El cine chileno en sus primeros años tiene como característica poco estudiada la inmersión en las culturas de sectores más populares, encuentra Jorge Iturriaga en su investigación “La película disociadora y subversiva: el desafío social del cine en Chile, 1907-1930”. Esto, dice Iturriaga, “… explica porqué el cine fue visto con malos ojos por la clase dominante y porqué la censura puso énfasis en eliminar los estímulos considerados “disociadores”.”
            En otro sentido está la lectura de un marginal en el cine de Armando Sandoval, a la vez cineasta experimental, amateur y oriundo del sur que, como buen excéntrico, nunca perteneció al centro de la industria cinematográfica. Paola Lagos Labbé encuentra esta triple marginalidad pensando en una descentralización del patrimonio audiovisual.
            Y en cuanto al estudio de los aspectos más alejados de lo político, atentos a cuestiones estéticas, de estudio difusión, podría pensarse en un tercer grupo dentro de estas investigaciones donde por ejemplo estarían los hallazgos de Solène Bergot acerca del cine y la fotografía centrándose en la industria cinematográfica chilena a comienzos del siglo XX. Dentro de estas piezas ella encuentra que “La actividad cinematográfica y su difusión estuvieron en sus principios en manos de profesionales provenientes del mundo fotográfico”. Esto le da todo un profundo sentido al trayecto que va recorriendo el cine chileno desde sus inicios. He conocido a más de un chileno que, cuando hace el ejercicio de mirar su cine desde las primeras grandes obras audiovisuales, identifican de pronto una estética, y se reconocen en ella visualmente.junto con el personaje del profereconocieleiones que res se ven distintas y vamos descubriendo, junto con el personaje del profe
            La batalla de Chile continúa pasando inevitable por los estudios sobre cine chileno, aunque aquí con un horizonte especial que identifica la fragilidad de masculinidades y temporalidades en la UP en el estudio de Carl Fischer. De nuevo personajes fuera del centro, ese centro tan alabado donde se encuentran las tradiciones que heredamos de todo lo que no somos. Lo que aquí surge no es un ideal difuso de ser humano –hombre, blanco, occidental, heterosexual… - sino uno que deambula entre márgenes que para estos realizadores son mucho más interesantes. “En el centro, el poder se encuentra en casa, y por lo tanto, cómodo y quieto. Todo lo que se encuentra lejos de este hogar, en cambio, se pone en movimiento, pulula, se estremece”, dice Natalia Mölleren en “El sujeto marginal en el cine chileno contemporáneo: una lectura desde la teoría queer. Reflexiones acerca del Pejesapo,  Empaná de Pino y Desde siempre”.
            Y mirando hacia atrás, en aquellos tiempos donde el cine latinoamericano daba aun pasos de niño, Los olvidados de Buñuel no deja de caer una y otra vez por su propio peso, haciendo surgir tras de sí una imaginería que se repite pues continúa siento contingente aun con los años. Se trata de una cinta madre del constante intento por representar la infancia marginal, como anota Catalina Donoso en su estudio. Lo cual no deja de ser significativo si queremos considerar la lectura que supuestamente se nos asigna desde afuera, la de niños que ensayan cine.
“El punto aquí es la “posibilidad” teórica del cine en nuestro país, efectiva en sus prácticas regulares: investigación, publicación, academia, crítica”, dice Iván Pinto en “(Des) Articulaciones críticas para un campo de estudios” y es justamente lo que este encuentro reúne. Cosa por lo demás aventurada y que forzosamente debe jugar con ciertos grados improvisación, pues todos estos ámbitos del estudio cinematográfico han sido poco explorados en el país. Ya Juan Emar, en 1926, se quejaba en su última nota sobre cine de “… la inexistencia de la crítica cinematográfica en Chile, a pesar del gran éxito que tiene el séptimo arte en todo el mundo”, como anota Wolfgang Bongers, y la situación no parece cambiar considerablemente.
Dice Ignacio Aliaga que “La Cineteca Nacional de Chile, del Centro Cultural La Moneda, creada en 2006, tiene la misión de conservar y difundir el patrimonio audiovisual de nuestro país, así como de promover su conocimiento”.  Por lo demás sabemos que la falta de caminos recorridos trae también la libertad de explorar nuevas miras. Desde esa libertad salen a flote instancias, escrituras, investigaciones o publicaciones como la que aquí se reseña, todas moviéndose a contracorriente sin dejar de avanzar.
Por supuesto que aparentemente está todo por hacer en un rincón como el nuestro, aun con todo el gran patrimonio cultural cinematográfico que sobrevive pese a incendios y fábricas de peinetas. En él nos vemos como el profesor heroico de La frontera, tratando de hablar con su familia desde el otro lado del agua, en el esfuerzo de ensayar una sonrisa, con la confusión de sentirse un allegado y al mismo tiempo reconocerse a sí mismo en tierras llenas de historias. Al sur del sur, la zona fronteriza proyectada en la película pero que también es una frontera geográfica, ideológica, estética, discursiva. Frente a lo cual sólo podemos levantar la mirada y alzar la voz a través de las aguas que nos separan, comunicando por encima de cualquier obstáculo.
Lo anterior pareciera ser el gran mérito de todas las investigaciones reunidas en una publicación como Enfoques al cine chileno en dos siglos, así como de cada individuo que sostiene y alimenta con diversas perspectivas nuestra historia audiovisual. Pues desde este lado del agua las cosas se ven distintas y vamos descubriendo, junto con el profesor de mirada aturdida, que en realidad no hemos dejado de estar cerca de nuestro más querido objetivo. Basta mirar hacia dentro.